jueves, 28 de abril de 2011

¿una secta?

¿Que queremos decir cuando decimos que no tenemos religión?
Es muy común que en las iglesias cristianas de estos últimos tiempos, sobre todo en las pequeñas sectas evangélicas escuchar entre sus miembros la retórica de que “no tengo religión” o bien que “no pertenecemos a ninguna religión”. Esta consigna usada para diferenciarse, o para indicar que no se pertenece a un grupo religioso concreto, como podría ser la iglesia católica o el protestantismo moderno en cualquiera de sus grandes movimientos, es un error demasiado grande para que nosotros lo cometamos.
Los ritos en los que participamos, por ejemplo la Santa Cena, las oraciones que efectuamos y las reuniones a las que asistimos como nos exhorta Pablo “no dejemos de congregarnos como algunos tienen por costumbre ...” son parte de los dogmas y el culto que le rendimos a Dios, y eso es precisamente la definición de la palabra religión.  La religión es el fundamento y la creencia que nosotros – cada uno – tiene acerca de Dios, profese la fe que profese, aún de aquel que se profese ateo.

¿Que queremos decir cuando decimos que no somos una Secta?
Tal vez sería más correcto definirnos como una secta, ya que esta palabra define a una comunidad religiosa que a través de sus enseñanzas, ritos, y especialmente interpretaciones de textos sagrados, ha roto con su comunidad de origen, aunque comparte muchos o casi la totalidad de los preceptos originales. Así una secta judía estaría formada por un grupo que ha roto o se ha separado del judaísmo tradicional – como los cristianos del primer siglo los cuales compartían en su totalidad la Torah judía – En una secta católica sus integrantes estarían conformados por quienes han roto con la autoridad del vaticano, aunque comparten con esta, la totalidad de lo profesado en la Biblia, y así cada uno que escinde de su grupo original, es sectario.  Por ello si formamos parte de una secta religiosa cristiana evangélica, no debemos avergonzarnos, por el contrario, debemos estar orgullosos de ello. Precisamente los orígenes del cristianismo fueron sectarios hasta que Pablo de Tarso, convirtió aquella secta Judía en un movimiento religioso más amplio que dio origen a la iglesia primitiva.

¿Que queremos decir cuando decimos que no somos fundamentalistas?
El fundamentalismo nació a principios del siglo XX en EE.UU de manos de grupos protestantes que promovían la interpretación literal e inefabilidad de la Biblia, la palabra de Dios, como autoridad máxima, ante la cual, ninguna otra autoridad pudiera invocarse, y que debe imponerse sobre las leyes de las sociedades democráticas, resistiendo la aceptación de ideas progresistas aunque estas hayan sido admitidas por una gran parte de la comunidad.
Si aceptamos que la Biblia es la palabra de Dios, aceptaremos su inefabilidad, verdad, exactitud, y competencia en todos los temas, tanto sean estos de carácter científico, histórico, moral, social, cultural  o religioso. Las aseveraciones vertidas por ella de que Jesús es el hijo de Dios, de que  Él es el camino, la verdad y la vida, de que Él murió y resucitó, que está vivo, que por el solo hecho de creer en Él somos inmortales, y que tenemos un poder desconocido con el cual podemos sanar enfermos, mover materia o desplazarnos fuera del tiempo y el espacio, son dogmas, y por lo tanto inconmovibles. Toda ciencia, política, medicina, farmacopea, conducta moral o religiosa, que se oponga a los preceptos bíblicos es anatema. y por tanto no estamos obligados a respetarle ni obedecerle, y Dios por su palabra nos guardará.



¿Entonces que somos?
Integramos una secta religiosa, fundamentalista que nos agrupa detrás de un rey supremo, indiscutido, carismático y que posee poderes sustanciales sobre cualquier elemento, material e inmaterial, y en sus manos hemos puesto nuestra vida. Seguimos sus mandatos sin titubear, sin siquiera pensar por nosotros mismos. Educamos e instruimos a nuestros hijos a seguir paso a paso nuestras creencias en desmedro de cualquier otra.  Constituimos una comunidad cerrada a cualquier forma de pensar que no tenga como principio la obediencia a las normas dictadas por Él.  
El mundo y su sistema político y económico de consumo, son nuestros enemigos, y debemos estar alertas en todo momento, debemos adiestrar nuestra mente permanentemente, porque es allí donde se nos presentarán las más duras batallas.
Declaramos que Jesús es el Hijo de Dios, y que es nuestro Rey y Señor. De esta forma él nos guarda, nos sana y nos liberta. Nos hace inmortales, y viviremos aún más allá de la muerte, nos ha dado un poder sobrenatural incalculable, y todo esto por declararle Hijo del Dios Padre, y bautizarnos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Esto es simplemente lo que aceptamos cuando decimos que somos cristianos, tal vez a nadie fuera de “nuestra secta fundamentalista” le caigamos simpáticos con estas declaraciones, es más, la legislación actual podría juzgarnos y condenarnos por no aceptar la libre elección de sexo, el casamiento igualitario, o  por tratar de evitar el aborto, combatir la inmoralidad y la depravación que inunda toda la sociedad.
Podríamos ser condenados por discriminación, al decir simplemente que aquellos que se deleitan en la pornografía, o que leen los horóscopos, o consultan a los parapsicólogos. Los que tienen relaciones extramatrimoniales, o los afeminados, los homosexuales, los ladrones, los avaros, los borrachos lo mismo que los que calumnian y estafan no tendrán parte en el Reino de Dios, pero esto sale de la boca de Dios.

El cristianismo es la mayor paradoja de nuestro tiempo, nadie conoce en realidad la verdad de lo expresado en la Biblia. Nadie conoce en realidad, lo que dice creer y aceptar.